HISTORIA DE LA MINIFALDA
Hasta bien entrado el siglo XX, la falda era un símbolo de feminidad tradicional… y de restricción. En el siglo XIX, las mujeres llevaban faldas largas, voluminosas y pesadas, con múltiples capas, corsés y enaguas. Estas prendas no solo limitaban el movimiento, sino que también reflejaban una visión conservadora de la mujer: discreta, delicada, doméstica.
Durante los años 20, con los cambios sociales tras la Primera Guerra Mundial, aparecen las flappers, jóvenes que desafiaban las normas sociales con vestidos por debajo de la rodilla, más rectos y sueltos. Era la primera vez que la moda femenina daba paso a una silueta más libre y cómoda, aunque aún no se hablaba de minifalda como tal.
En los años 40 y 50, tras la Segunda Guerra Mundial, los códigos se vuelven más clásicos y recatados. El “New Look” de Christian Dior marcó una vuelta a la silueta femenina tradicional: cintura muy marcada, hombros redondeados y faldas amplias hasta media pierna. Elegante, sí, pero con un mensaje conservador.
Los años 60: nace la minifalda, nace la revolución
En 1964, la diseñadora británica Mary Quant sube el dobladillo de la falda por encima de la rodilla en su boutique Bazaar en Londres. Inspirada por la juventud de la época —y también por el Mini Cooper, al que le debe el nombre—, propone una prenda moderna, fresca, y, sobre todo, liberadora. No era solo una cuestión estética: era una declaración de independencia, movimiento y cambio.
En paralelo, el diseñador francés André Courrèges experimentaba con siluetas futuristas y líneas limpias, presentando también faldas cortas en sus colecciones. Aunque el debate sobre quién inventó la minifalda sigue abierto, Mary Quant supo capturar el espíritu del Swinging London y popularizarla como símbolo cultural.
Años 70: la diversidad manda
En los 70, la moda se diversifica: desde el estilo bohemio de faldas largas y vaporosas, hasta las minifaldas ceñidas de inspiración disco, pasando por looks punk con cuero y tachuelas. La minifalda convivía con otras opciones, pero seguía presente como una prenda joven y atrevida.
Años 80: poder y volumen
La década de los excesos llevó también la minifalda al extremo: más ceñida, más corta, más llamativa. Los tejidos estructurados como el cuero, los estampados llamativos y las hombreras acompañaban faldas tubo o modelos con vuelo, en looks que simbolizaban poder y confianza. Se asociaba con una mujer profesional, independiente y segura de sí misma.
Años 90: minimalismo y supermodelos
En los 90, llega el reinado del minimalismo. La minifalda se reinventa en su versión más simple: líneas rectas, colores neutros, tejidos lisos. Aparece también el slip dress y los conjuntos coordinados de top + falda. Supermodelos como Kate Moss popularizan este estilo más desenfadado y natural, lejos del brillo de los 80.
Años 2000: el reinado de la cintura baja
La moda Y2K trajo de vuelta la minifalda con una estética muy concreta: cintura bajísima, siluetas ajustadas, tejidos brillantes o vaqueros. Britney Spears, Paris Hilton y Christina Aguilera fueron referentes de esta etapa, donde la minifalda se convirtió en símbolo de rebeldía y sensualidad… aunque no siempre desde una perspectiva empoderada.
Años 2010: vuelta a la comodidad
Con el auge del estilo normcore y la reivindicación de la comodidad, muchas mujeres optan por faldas midi o pantalones amplios. La minifalda no desaparece, pero cede protagonismo frente a siluetas más relajadas. Eso sí, las versiones en denim o cuero siguen manteniéndose en los armarios.
Hoy: la minifalda se redefine
La minifalda ha vuelto, pero ya no responde a una sola tendencia. Está presente en estilos Y2K, en versiones más clásicas tipo colegiala (con tablas o en tweed), o incluso como parte de conjuntos de oficina renovados. La clave ahora es que ya no representa una única cosa: puede ser sexy, elegante, punk, femenina, minimal… o todo a la vez.
Más que una prenda
La historia de la minifalda es la historia de las mujeres que la llevaron. Su evolución es un reflejo de los cambios sociales, culturales y estéticos de cada época. Y aunque haya generado controversia desde el primer momento, lo que ha hecho la minifalda es muy claro: dar espacio a la expresión personal y al poder de elegir.