LA VERDADERA HISTORIA DETRÁS DEL BLACK FRIDAY
Entre las decenas de anuncios de descuentos por el Black Friday, encuentro uno de una de mis marcas preferidas, que ofrece rebajas del 25% en todos los artículos. Empiezo a meter cosas en el carrito y cuando llevo 3 jerséis, dos pares de zapatos y una camisa, pienso “si yo no necesito nada y no tenía intención de comprar más ropa este invierno”. Abandono el carrito.
La primera vez que los americanos utilizaron el término Black Friday fue para referirse a la crisis del mercado del oro, cuyo precio cayó en picado el 24 de septiembre de 1869, un viernes. Aunque hay muchas teorías, con mayor o menor fundamento, sobre la relación entre esta expresión y el comercio, la verdadera historia data de la Filadelfia de los años 50.
En aquel entonces, la utilizaba la policía local para referirse al día después de Acción de Gracias, cuando hordas de compradores y turistas inundaban la ciudad antes del gran partido de fútbol que se disputaba el sábado entre la Marina y el Ejército americanos, sembrando el caos en la ciudad, ocasión que aprovechaban los maleantes para robar en las tiendas.
El término comenzó a extenderse al resto de los Estados Unidos en los 80, cuando los comerciantes propagaron la historia de que tras un año registrando pérdidas (“en números rojos”), el día posterior a Acción de Gracias finalmente las tiendas comenzaban a obtener ganancias, lo que en el mundo financiero se denomina “in the black”, esto es, con saldo positivo. De esta manera se eliminaba la connotación negativa de la fecha y se instauraba el día de los descuentos que todos conocemos, que actualmente dura hasta dos semanas, en algunos casos.
La realidad para muchos de nosotros, volviendo a mi historia inicial, es que los suculentos descuentos nos llevan a comprar todo tipo de cosas que no necesitamos, lo que en lugar de ahorrarnos dinero nos lleva a derrocharlo.
Por ello, mi recomendación es que anteriormente al Black Friday hagáis una lista de las cosas que os gustaría comprar en caso de que estén rebajadas, como el abrigo de plumas que necesito para el invierno o el fular que me había gustado para regalarle a mi tía pero que se escapa un poco de mi presupuesto. Limitando las compras de esta manera, podréis sacar provecho de los descuentos sin dejaros llevar por el consumismo y los atractivos precios, evitando comprar esas camisetas mal hechas cuya costura se va girando cuanto más la laváis porque es que estaban super baratas.